domingo, 16 de septiembre de 2012

DONOSTI, EL PLACER DE LOS SENTIDOS




El majestuoso lobby del Hotel Reina Cristina aparecía ante nuestros ojos. Estábamos en San Sebastián – ciudad del norte de España,- bañada por el impetuoso Mar Cantábrico. El hotel – ubicado en el centro histórico de la ciudad,- con vistas al río Urumea, estaba rodeado de relajantes jardines. La playa de la Concha resaltaba su esplendor. Construido en 1912, durante los primeros años del pasado siglo fue visita obligada de la aristocracia europea. Visitantes ilustres como Elisabeth Taylor, Harrison Ford o Coco Chanel han descansado bajo su techo. Su decoración era de corte clásico, al estilo de la Belle Epoque.


Nos dirigimos a nuestra habitación – una Gran Suite,- de estructura redondeada y con unas espectaculares vistas al río Urumea. Mi esposa no tardó en acomodarse en los amplios butacones, mientras mi hijo curioseaba por el amplio salón. El hotel había sido reformado recientemente, concretamente en el verano de 2012. La habitación hacia honor a la fotografía que aparecía en su página web (que por cierto figuraba en nuestro idioma).


Veníamos de una mañana de relax en Quintanilla de Onésimo. Ahora nos esperaba la ciudad depositaria del mayor número de estrellas Michelin   del mundo, que concretamente eran dieciséis.


Nuestro fiel chofer y la joven Cheng nos esperaban en el Lobby. Tras un corto trayecto de ocho kilómetros  llegamos a Lasarte, localidad donde se situaba nuestra próxima visita – el Restaurante Martín Berasategui,- el cual ocupaba el primer puesto entre los restaurantes de San Sebastián. Su fama internacional hacia honor a las tres estrellas Michelín que atesora.


Servicialmente un amable empleado nos acompañó hasta nuestra mesa. El salón – de grandes dimensiones,- disponía de grandes ventanales que proporcionaban unas extraordinarias vistas al campo y se disfrutaba de un amplio espacio entre las mesas. Estaba nublado y la temperatura era de 18º. Para mi agrado, disponían de personal que conocía el chino y nos aconsejaron el menú degustación. Disfrutamos de un caldo de chipirón salteado, de unas ostras con pepino, kafír  y coco y de un globo ahumado con milhojas de endivia. De postre, escarcha de chocolate con menta. Mi adorable esposa definió nuestra aventura culinaria como pura magia. La atención recibida fue impecable. Tuvimos el honor de ser agasajados con una amable invitación para visitar el lugar de donde procedía toda esa dedicación; la cocina.


Descansamos un breve espacio de tiempo en el hotel. A media tarde, aún relamiéndonos por la experiencia que acabábamos de disfrutar nos dispusimos a disfrutar de un agradable paseo. Siguiendo la Avenida de la Libertad y la calle Zubieta, apareció ante nosotros el Palacio de Miramar, el cual fue levantado para las estancias veraniegas de la Familia Real. Prevalecía el estilo inglés y las vistas desde allí eran maravillosas.


Dejándonos arropar por la suave brisa, proseguimos nuestra placentera caminata por el Paseo de la Concha,  cinco kilómetros de recorrido peatonal. La corta melena de mi apasionada esposa se alborotaba al compás de las mareas. Un agua aturquesada servía de escenario al video que realizaba mi hijo, mientras fuimos testigos de uno de los más bellos atardeceres que recuerdo.



Continuamos hasta la playa de Ondarreta – lugar que cobijada la conocida obra de Eduardo Chillida,- “El  Peine de los Vientos”, reflejo puro del arte contemporáneo. Me llamó poderosamente la atención la armonía del monumento con la naturaleza.


De regreso al hotel – ya anocheciendo,- e impactados por la señorial visión del edificio de principios de siglo,- decidimos continuar hasta el Teatro Victoria. Atravesamos el  puente de Zurriola, mientras nuestra mirada se posaba en los cubos de vidrio translúcido. Este templo del arte moderno era obra  del arquitecto Rafael Moneo. Es conocido como el Kursaal.
                                                                    


Ya  en el hotel, disfrutamos del Tse - Yang, máximo exponente de la alta cocina china en España. Lo dirigía el afamado chef Chiu Kam. Nos apetecía degustar “comida nuestra”. Por cierto, maravilloso el “Pato lacado al estilo Pekín”.


A la mañana siguiente enfilamos el Paseo de Salamanca, para dirigirnos a  la  “Parte Vieja”. Recorrimos sus empedradas calles, las cuales eran fáciles de recorrer a píe,  y disfrutamos del bullicio de sus gentes. Un socio español nos había hablado de sus famosos  “pintxos”, recomendándome un establecimiento llamado “Gambara”. En su parte inferior se situaba un tranquilo comedor, con menos alboroto que en la zona del bar. Probamos unos deliciosos croissanes – los cuales tuestan y doran al momento,- conjugando lo salado y lo dulce. Recomiendo los rellenos de jamón y también nos parecideron exquisitas las cocochas de bacalao.


Madrid, Valladolid, San Sebastián y próximamente Toledo. Era cierta la frase que circulaba. Sí, sin lugar a dudas “Spain is different”. Nosotros podíamos hablar de otra  España, la España de la cultura, la gastronomía, los  espléndidos vinos y las compras.






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