El majestuoso
lobby del Hotel Reina Cristina aparecía ante nuestros ojos. Estábamos en San
Sebastián – ciudad del norte de España,- bañada por el impetuoso Mar
Cantábrico. El hotel – ubicado en el centro histórico de la ciudad,- con vistas
al río Urumea, estaba rodeado de relajantes jardines. La playa de la Concha
resaltaba su esplendor. Construido en 1912, durante los primeros años del
pasado siglo fue visita obligada de la aristocracia europea. Visitantes
ilustres como Elisabeth Taylor, Harrison Ford o Coco Chanel han descansado bajo
su techo. Su decoración era de corte clásico, al estilo de la Belle Epoque.
Nos dirigimos
a nuestra habitación – una Gran Suite,- de estructura redondeada y con unas
espectaculares vistas al río Urumea. Mi esposa no tardó en acomodarse en los
amplios butacones, mientras mi hijo curioseaba por el amplio salón. El hotel
había sido reformado recientemente, concretamente en el verano de 2012. La
habitación hacia honor a la fotografía que aparecía en su página web (que por
cierto figuraba en nuestro idioma).
Veníamos de
una mañana de relax en Quintanilla de Onésimo. Ahora nos esperaba la ciudad
depositaria del mayor número de estrellas Michelin del
mundo, que concretamente eran dieciséis.
Nuestro fiel
chofer y la joven Cheng nos esperaban en el Lobby. Tras un corto trayecto de
ocho kilómetros llegamos a Lasarte,
localidad donde se situaba nuestra próxima visita – el Restaurante Martín
Berasategui,- el cual ocupaba el primer puesto entre los restaurantes de San
Sebastián. Su fama internacional hacia honor a las tres estrellas Michelín que
atesora.
Servicialmente
un amable empleado nos acompañó hasta nuestra mesa. El salón – de grandes
dimensiones,- disponía de grandes ventanales que proporcionaban unas extraordinarias vistas al campo y se disfrutaba
de un amplio espacio entre las mesas. Estaba nublado y la temperatura era de
18º. Para mi agrado, disponían de personal que conocía el chino y nos
aconsejaron el menú degustación. Disfrutamos de un caldo de chipirón salteado, de
unas ostras con pepino, kafír y coco y
de un globo ahumado con milhojas de endivia. De postre, escarcha de chocolate
con menta. Mi adorable esposa definió nuestra aventura culinaria como pura
magia. La atención recibida fue impecable. Tuvimos el honor de ser agasajados
con una amable invitación para visitar el lugar de donde procedía toda esa
dedicación; la cocina.
Descansamos un
breve espacio de tiempo en el hotel. A media tarde, aún relamiéndonos por la
experiencia que acabábamos de disfrutar nos dispusimos a disfrutar de un
agradable paseo. Siguiendo la Avenida de la Libertad y la calle Zubieta,
apareció ante nosotros el Palacio de Miramar, el cual fue levantado para las
estancias veraniegas de la Familia Real. Prevalecía el estilo inglés y las
vistas desde allí eran maravillosas.
Dejándonos
arropar por la suave brisa, proseguimos nuestra placentera caminata por el
Paseo de la Concha, cinco kilómetros de
recorrido peatonal. La corta melena de mi apasionada esposa se alborotaba al
compás de las mareas. Un agua aturquesada servía de escenario al video que
realizaba mi hijo, mientras fuimos testigos de uno de los más bellos
atardeceres que recuerdo.
Continuamos
hasta la playa de Ondarreta – lugar que cobijada la conocida obra de Eduardo
Chillida,- “El Peine de los Vientos”,
reflejo puro del arte contemporáneo. Me llamó poderosamente la atención la
armonía del monumento con la naturaleza.
De regreso al
hotel – ya anocheciendo,- e impactados por la señorial visión del edificio de
principios de siglo,- decidimos continuar hasta el Teatro Victoria. Atravesamos
el puente de Zurriola, mientras nuestra
mirada se posaba en los cubos de vidrio translúcido. Este templo del arte
moderno era obra del arquitecto Rafael
Moneo. Es conocido como el Kursaal.
Ya en el hotel, disfrutamos del Tse - Yang,
máximo exponente de la alta cocina china en España. Lo dirigía el afamado chef
Chiu Kam. Nos apetecía degustar “comida nuestra”. Por cierto, maravilloso el
“Pato lacado al estilo Pekín”.
A la mañana
siguiente enfilamos el Paseo de Salamanca, para dirigirnos a la
“Parte Vieja”. Recorrimos sus empedradas calles, las cuales eran fáciles
de recorrer a píe, y disfrutamos del
bullicio de sus gentes. Un socio español nos había hablado de sus famosos “pintxos”, recomendándome un establecimiento
llamado “Gambara”. En su parte inferior se situaba un tranquilo comedor, con
menos alboroto que en la zona del bar. Probamos unos deliciosos croissanes –
los cuales tuestan y doran al momento,- conjugando lo salado y lo dulce.
Recomiendo los rellenos de jamón y también nos parecideron exquisitas las
cocochas de bacalao.
Madrid,
Valladolid, San Sebastián y próximamente Toledo. Era cierta la frase que
circulaba. Sí, sin lugar a dudas “Spain is different”. Nosotros podíamos hablar
de otra España, la España de la cultura,
la gastronomía, los espléndidos vinos y
las compras.
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